lunes, 12 de enero de 2009

Fortificaciones de Soria








Soria tuvo un gran castillo, uno de los mejor defendidos en la España de comienzos del siglo XII. Según Loperráez (historiador de osma): “se halla la ciudad cercada de murallas de cal y canto, bastante
gruesas y elevadas, bien conservadas, y construidas con tapiales, y guarnecidas de
sillares, las puertas, ángulos, cubos, fortines y bastiones, todas llenas de almenas y
saeteras... Su ámbito será de media legua, suficiente para siete u ocho mil vecinos; pero
muy falta de ellos y de casas en el día, según lo manifiestan en sus ruinas, y la mucha
parte que se siembra dentro de ellas.





La construcción de la muralla se asocia al ataque que sobre ella descargó Sancho VII el
Fuerte de Navarra (1194-1234). El objetivo de esa muralla era proteger las iglesias de
las collaciones y asegurar la defensa del recinto que además de su función estratégica
era cabeza de la población establecida en el territorio. El recinto amurallado abarcaba
unas 100 hectáreas con forma cuadrangular. Su trazado iba por uno de sus lados a la
orilla del Duero y su paralelo, protegía la llanura de la dehesa. Los otros lados cerraban,
por el sur, el acceso desde las zonas más altas y, por el norte, desde el flanco opuesto.
Así el recinto amurallado soriano presentaba una forma de polígono cuadrangular,
quizás debido a la presencia de las iglesias de las collaciones, algunas de las cuales se
situaban en los vértices y en los extremos de sus lados. También prueba que no existía
en el interior del recinto ningún elemento jerarquizante que favoreciese la estructura de
envolvimiento que caracterizó a la ciudad medieval por su forma redonda.
Castillo y murallas fueron desmanteladas durante la Guerra de la Independencia,
sucumbiendo las pocas puertas que quedaban a lo largo del siglo XIX.
Las murallas según el Madoz (1806 de 1870) eran de dos varas (1vara = 83,6 cm) de elevación y tres de espesor, con fuertes y formidables torreones. La cerca defendía unas 100 hectáreas y tenía una longitud aproximada de 4.100 metros.(muralla vieja de Jerusalén) No queda en pie ninguna de sus puertas: En la Calle de Caballeros, en el cruce con las de La Alberca y Claustrilla estuvo hasta finales del XIX la de Rabanera. Al salir del Espino, a la izquierda, podemos imaginar donde estuvo la Puerta de Valobos. Frente a Santo Domingo, al término de la Aduana Vieja estuvo el palacio-fuerte que defendía la Puerta del Rosario, sita en el mismo lugar que cruza la carretera y en el cual habitó el rey niño Alfonso VIII. Más allá, por la carretera de Logroño y por donde esta cruza, hubo otra antigua puerta, la de Nuestra Señora de Nájera, en la línea misma de las antiguas murallas que todavía cercan el paseo de la ermita del Mirón. Otras puertas eran la del Puente, la de Navarra, y la Puerta Nueva., estando el castillo en el cerro que lleva su nombre, el originario monte Oria, desde donde se tiene una buena panorámica de la vaguada de la ciudad y el puente sobre el Duero, al que defendía. Hoy encontraremos en el cerro del castillo unas piscinas (que aprovecharon el aljibe del castillo),. Para poder ver un par de imágenes del castillo tal como estaba en el siglo XVIII, hay mirar en los frescos
de la iglesia de
San Saturio.
Se atribuye la construcción del castillo, no sin ciertas reservas, al Conde Fernán González, y a Alfonso el emperador y Sancho IV la de las barreras interior y exterior respectivamente. El castillo contaba con una
torre del homenaje al este, junto al aljibe y próxima a la muralla interior, que se ciñe más o menos a la superficie del cerro. Dentro de este primer perímetro, al abrigo del castillo, nació la ciudad de Soria.
El recinto exterior, de más de ¿ocho kilómetros? y forma más o menos rectangular, cubría gran parte del casco antiguo de la ciudad actual. Por el sur, partiendo del recinto interior, bordea el cementerio, continuando en curva por la calle Santa Clara, Alberca y Puertas de Pro por el oeste, buscando dirección norte. Rebasa Santo Tomé y continúa ascendiendo cerca de la Plaza del Rosario. Repentinamente, a la altura del Paseo del Mirón, toma dirección este buscando la Ermita de la Virgen del Mirón y descendiendo por la ladera del monte hacia el Duero, donde de nuevo hace un quiebro hacia el sur, bordeando el río y regresando al Cerro del Castillo. De todo este recinto, muy fuerte entonces, apenas quedan algunos lienzos y cubos en el Paseo de Mirón, el descenso al Duero y el Postiguillo, además de algunos restos, poco reconocibles en algún caso, insertados en la ciudad.
A lo largo de esta muralla existieron varias puertas, de las que hoy no se conserva ninguna, pero de las que se conoce su situación y nombre. Así, en el sur, cerca del cementerio, había una puerta conocida como de Valobos o de El Sur. Cerca del antiguo convento de Santa Clara había un pequeño postigo y cerca de la calle Alberca se abría uno más, el postigo de Santa Clara. El Arco de Rabanera un poco más adelante, en la calle Caballeros, la puerta del Postigo en el Collado y la del Rosario en la plaza que lleva su nombre, frente a
Santo Tomé (actual Santo Domingo). La puerta de Nájera o del Mirón se abría al norte en la actual salida a la carretera de Logroño. La puerta más importante de la ciudad, la puerta del Duero o de Navarra, se abría al puente de ocho arcos que supera el río Duero por el este de la ciudad y que disponía de torres de defensa, además de otras dos torres de puerta en el propio puente en las que se cobraba el pontazgo, todas ellas hoy desaparecidas. El puente salva además el desnivel existente entre las dos orillas que se encuentran a distinta altura. No se conoce a ciencia cierta su fecha de construcción, pero es de suponer que sea coetánea del resto del recinto, aunque se sabe documentalmente de su existencia a mediados del siglo XII.
Recibe varias restauraciones en los siglos XVII y XVIII, que determinarán su aspecto actual. Acertadamente, a mi juicio, se ha mantenido un único carril de circulación en la última restauración, hace unos diez años, que preserva en cierta medida la estructura original de la plataforma, además de un atractivo y singular aspecto. Poco más adelante, a mitad de camino entre el puente y
San Polo (que se encuentra en la orilla opuesta del río), se abría otro postigo, en la llamada calle del Postiguillo.

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